La reforma de la ONU: mensaje a todos los países del mundo
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La reforma de la ONU: mensaje a todos los países del mundo
05.02.2003
A nivel mundial se ha estado hablando mucho recientemente de reforma y democracia. Se trata de lemas atractivos que sólo rechazaría un dictador o un reaccionario. Un dictador naturalmente se opone a la democracia. El reaccionario aborrece la reforma. Pero todos rechazarían ese debate si resultara ser un ejercicio de propaganda selectiva o un uso indebido de consignas atractivas para prestar servicio a programas ocultos distintos de la reforma y la democracia.
Si somos realmente serios respecto de la reforma y la democracia en el plano mundial, entonces debemos comenzar con la cúspide de nuestro mundo. La cúspide y la cabeza del mundo son las Naciones Unidas. La Asamblea General es el parlamento de nuestro mundo. Si no se democratizara el parlamento del mundo, no sería posible aceptar ningún llamado para reformar o democratizar parlamento o gobierno alguno en cualquier país del mundo. La pregunta es: ¿cómo reformamos y democratizamos la Asamblea General de la ONU (el Parlamento Mundial)? La respuesta es muy clara y sencilla. Al parlamento mundial debe asignársele el mismo mandato del que goza un parlamento nacional en cualquier democracia sólida. Así, la Asamblea General sería el órgano legislativo, el Consejo de Seguridad sería la rama ejecutiva, y la Corte Internacional de Justicia desempeñaría las tareas del poder judicial.
La propuesta hecha por el Secretario General de la ONU no es digna de atención. Es absolutamente intrascendente y no merece ser tomada en consideración.
La reforma radical genuina exige la transferecnia de poderes del Consejo de Seguridad a la Asamblea General. Sus resoluciones, en lugar de las del Consejo de Seguridad, deberían las jurídicamente vinculantes. Ello porque la Asamblea General es el foro en donde se reúnen todos los estados miembros. A diferencia del Consejo de Seguridad, todos los estados miembros están representados en la Asamblea General en pie de igualdad pero sin ningún poder. ¿De qué sirve, entonces, la idualdad soberana entre estados miembros? Es más, ¿de qué sirve la propia Asamblea General si no es más que un icono decorativo? ¿Cuál es la diferencia entre la Asamblea General de la ONU y el Hyde Park de Londres, cuando ambos son lugares para hacer discursos? La Asamblea ahora es igual al mercado Okaz de la Meca preislámica, que servía como foro para recitar poemas encomiando a una parte y empañando a otra.
Hay que transformar el Consejo de Seguridad en herramienta para el cumplimiento de las resoluciones de la Asamblea. Si ello no se logra, entonces la Asamblea General debe abolirse. Se ahorrarían así los costos y gastos incurridos por el país anfitrión y los estados miembros. El Consejo de Seguridad permanecerá, siempre que se amplíe suficientemente.
Sus nuevos poderes, mandato y composición deben revisarse. Las decisiones que toma la Corte Internacional de Justicia deben respetarse plenamente. Quienes se opusieran a este nuevo y radical concepto de la reforma de la Organización Internacional, no tendrían autoridad cuando criticaran a un país cuyo parlamento no tuviese verdadero poder judicial, a un gobierno que no aplicara las decisiones del paralmento nacional, o a un estado que no respetase los fallos de sus tribunales.¿Cómo podrían quienes critican a otros países y exigen de ellos que sigan el camino de la reforma y la democratización oponerse, al mismo tiempo, al llamado para que la Asamblea General de la ONU tenga verdadero poder legislativo? ¿Cómo podrían oponerse a subordinar el Consejo de Seguridad a la Asamblea y encargarle la aplicación de las resoluciones de ésta? ¿Cómo pueden faltarle al respeto al poder judicial internacional? Aquellos que se oponen a esta reforma radical no tienen derecho lógico a criticar a los estados no democráticos.
La Asamblea General está compuesta por todos los estados miembros que se han unido por la paz. Sin embargo, hoy en día no es nada. A la Asamblea General se la insulta gravemente en la Carta. Se la humilla y se la trata como a un menor. A los representantes de los estados se los desaira en la Asamblea General. Se la toma a la ligera en todos los artículos de la Carta. No puede hacer nada sin instrucciones del Consejo de Seguridad. Sus resoluciones no se cumplen a menos que sean refrendadas por el Consejo. Hay cosas que no puede hacer excepto por recomendación del Consejo. Es bien sabido que el Consejo de Seguridad es la personificación de la dictadura, mientras que la Asamblea General encarna la democracia. El Consejo de Seguridad está compuesto por muy pocos estados. Es similar a una junta militar dictatorial o a un consejo de emergencia. No puede estar más lejos de cualquier forma de democracia e igualdad. El supuesto Consejo de Seguridad es un utensilio en manos de una dictadura poderosa, aterradora y terrible. Es una imparable espada de verdugo. Sus decisiones no pueden apelarse por injustas, perjudiciales o parciales que sean. Por lo tanto la cima del mundo, es decir las Naciones Unidas, encarna la forma más patente de dictadura. Es inconcebible hablar de reforma y democracia a cualquier nivel, sin reconocer esta falla en la ONU.
Mientras el mundo no ejerza la democracia en las supuestas Naciones Unidas, la más alta institución política en el mundo, no se puede tomar en serio el llamado en pro de la democracia en cualquier país del mundo. Y mientras los esfuerzos de reforma se concentren exclusivamente en el Consejo de Seguridad, el mundo sencillamente no se toma en serio la reforma de las Naciones Unidas.
La Asamblea General es la ONU. Todos los países están representados en la Asamblea. Pero la Asamblea no es nada. Es otra “Speakers´ Corner” (Esquina de los Discursos) como la de Hyde Park, una mera decoración, una farsa y una falaz fantasía. Los países incurren gastos innecesarios para enviar a sus representantes en agotadores viajes a través de continentes con el único fin de completar los rídiculos decorados de la farsa. No tiene poderes ni responsabilidades. Enviar representantes a la Asamblea General, en donde no pueden influir en cuestiones de importancia para la paz y la seguridad de sus pueblos, ni tomar una decisión vinculante al respecto, es el máximo insulto a las naciones. Todas las decisiones vinculantes las toma un grupo limitado en el Consejo de Seguridad. El Consejo no tiene carácter internacional. Aun ese grupo limitado es rehén del poder de veto de unos pocos escogidos. Con una objeción, un gesto de un miembro permanente, se detienen todas las actividades de las Naciones Unidas. Cuando un país emite un veto, las resoluciones se descartan y toda acción queda paralizada. La voluntad y las decisiones de los miembros de la impotente Asamblea General son humilladas y pisoteadas por ese único veto.
La reforma y la democratización de las Naciones Unidas requieren la transferencia de poderes del Consejo de Seguridad a la Asamblea General en donde están representados todos los países. Resoluciones vinculantes deberían ser sólo las que tome democráticamente la Asamblea General. El Consejo de Seguridad debe convertirse únicamente en herramienta para su cumplimiento.
Problemas que enfrenta la ampliación del Consejo de Seguridad:
1. La Unión Europea (UE): Esta entidad está camino de convertirse en un solo
estado con un mercado único, un solo ministerio de relaciones exteriores, una
moneda única y un solo ejército. Imaginémonos que este estado federal ocupa
varios puestos permanentes en el Copnsejo de Seguridad. Ya cuenta con dos puestos permanentes. Alemania es candidato para otro puesto permanente. Si lo obtiene, la UE tendrá tres puestos permanentes. Eso sería un grave problema internacional. Si se le da ese puesto a Alemania, ¿cuál sería la posición de Italia? Sería una terrible injusticia contra Italia. Este es otro gran problema. Si se le da un puesto permanente a Italia, ¿cómo puede una entidad ocupar cuatro puestos permanents? Este es un problema fundamental. Imagínense lo que hubiera ocurrido si la URSS hubiese contado con varios puestos permanentes en el Consejo de Seguridad. Imagínense también cuál sería la situación si los Estados Unidos ocuparan ahora varios puestos permanentes. ¿Quién tendría enton ces derecho a negarle esa categoría a Turquía o a Grecia? Este problema definitivamente va a surgir.
2. La Unión Africana (UA): También esa unión está camino de convertirse en un estado. ¿Se le va a dar más de un puesto? Eso repetiría el problema de la UE. Si a la UA se le da un solo puesto en vista de que va a ser un solo estado en el futuro, ¿quién ocupará ese puesto? Si se le asigna a la UA, ningún estado miembro de ella tiene derecho de asumir por sí solo el puesto africano. Será el puesto de África, no un puesto para un estado en particular. Esto dará lugar a otro problema.
3. La India reúne las condiciones para tener un puesto permanente. Si lo obtiene, ¿no aumentaría ello el reto que enfrenta Paquistán, una potencia nuclear? ¿Redundaría ello en interés de la paz mundial? Por el contrario, constituiría una grave amenaza para la paz mundial. Japón también es candidato. Si obtiene ese puesto, ¿no aumentaría ello el reto que enfrenta Corea del Norte con su problemática situación nuclear? ¿Y qué pasa con China e Indonesia? El dar puestos permanentes a la India y al Japón, ¿no llevaría a China, poseedora de armas nucleares, al punto de ebullición? ¿Redundaría ello en interés de la paz mundial? Al contrario; supone para la paz mundial una amenaza más grave que cualquiera que se haya visto antes.
4. Si Turquía gozara de ese derecho, ¿quién podría privar a Irán o a Ucrania de un privilegio similar? Esto es un verdadero problema. Egipto también reúne las condiciones para un puesto permanente y lo merece. Si lo obtuviera, ¿cuál sería la postura de su enemigo tradicional, Israel? ¿Movilizaría a los grupos de presión sionistas en Estados Unidos para despojar a Egipto de ese derecho? Es este un problema inevitable que constituiría una peligrosa amenaza para la paz en el Oriente Medio. Si se amplía de esta manera el Consejo, ¿quién podría oponerse a que Indonesia reclame un puesto permanente? También este es un problema ineludible.
No tiene sentido alguno darle un puesto permanente en el Consejo de Seguridad a cualquier estado no poseedor de armas nucleares. Es una farsa. Sería un acto de engaño contra ese estado. La ampliación del Consejo de Seguridad sometería la paz mundial a nuevos peligros. Encendería una guerra fría que bien pudiera transformarse en candente. El mundo cometerá un grave error si sigue ese camino.
Si el objeto de la reforma de la ONU es fortalecer la paz mindial y consolidar la democracia, entonces debe concentrarse en transferir los poderes del consejo de Seguridad a la Asamblea General. De esta manera se logrará la democracia en la ONU. Los puestos del Consejo de Seguridad perderán su importancia y cesará la competencia feroz por ellos.
Una vez más lo digo con claridad: los pueblos del mundo no deben dejarse engañar por la mentira que se les presenta. Lo que está sobre el tapete es la reforma de la ONU, no solamente que exista o no la posibilidad de aumentar el número de miembros de uno de sus órganos, el Consejo de Seguridad.
Las Naciones Unidas no son solamente el Consejo de Seguridad. La Asamblea General sí. En ella están representados los 190 estados miembros. Las naciones que se unieron contra Alemania en la Segunda Guerra Mundial fueron sólo cuatro. No constituyen las actuales Naciones Unidas, que están compuestas por 190 miembros. Tras la guerra las cuatro naciones tuvieron libertad para crear su propio consejo de seguridad. Eran libres de hacer lo que les pareciera y de arrogarse derechos especiales mediante ese consjo. Hoy en día los 190 estados miembros son las Naciones Unidas. Tienen un derecho natural de crear su propio consejo de seguridad distinto del que crearan las cuatro naciones que derrotaron a Alemania. Las naciones representadas en la Asamblea General tienen derecho a ejercer todos los poderes a través de ella. Hago hincapié en “todos los poderes”, sin excepción, porque la Asamblea General es el único órgano que representa a todos los pueblos del mundo.
Es la asamblea de los 190 estados miembros de la ONU la que tiene el derecho de constituir su consejo de seguridad en la manera que le parezca adecuada para el logro de sus objetivos y la protección de su seguridad. Significa ello que la Asamblea General será la asamblea legislativa internacional y el parlamento soberano internacional. Sólo ella tendrá la última palabra sobre las cuestiones que se señalen a su atención.
Esta es la esencia de la democracia en la organización mundial. Si no se logra sobre esa base, cualquier conversación sobre democracia y cualquier llamado a los estados para que adopten sistemas democráticos no serán más que una farsa ridícula que nadie puede tomar en serio. La solución correcta y democrática es que la Asamblea General (es decir, los 190 estados miembros) ejerza todos los poderes consagrados en los capítulos 1 a 19 de la Carta de las Naciones Unidas. Únicamente ella debe crear su propio consejo de seguridad. El Consejo es sólo una herramienta para el cumplimiento de las resoluciones de la Asamblea.
Si esto no ocurre, la ONU com o la conocemos estará condenada a desaparecer. Debemos prepararnos para vivir en un mundo sin las Naciones Unidas.
Esta cuestión es de importancia extrema para el destino de la paz o la guerra en el mundo. Por lo tanto, hay que aplazar cualquier decisión sobre las propuestas que están sobre el tapete. Los líderes, intelectuales y académicos del mundo deben reflexionar cuidadosamente sobre todas estas ideas. Deben evitar tomar decisiones apresuradas que no buscan otra cosa que complacer a algunos o apaciguar a otros sin dar la debida consideración al futuro próximo o lejano. Deben considerar cuidadosamente las repercusiones negativas de cualquier decisión que tomen. El asunto es sumamente grave. Merece más de un año de estudio y análisis. Hay que pedir la opinión de todos los pueblos del mundo. Son ellos las verdaderas partes interesadas en esta cuestión.
El mundo avanzará hacia su propia destrucción si piensa en ampliar el Consejo de Seguridad al tiempo que descuida la Asamblea General, como ocurre ahora. Habrá enérgicos llamados en pro de la retirada de las Naciones Unidas. Yo personalmente seré el primero en hacer ese llamado. Dios es testigo de que he transmitido mi mensaje y hecho mi advertencia.
Esta declaración se basa en el preámbulo de la Carta de la ONU y su artículo 109.