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INICIATIVA DEL HERMANO LÍDER RESPECTO DE LA REVISIÓN DE LA CONVENCIÓN DE OTTAWA DE 1997

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INICIATIVA DEL HERMANO LÍDER RESPECTO DE LA REVISIÓN DE LA CONVENCIÓN DE OTTAWA DE 1997

INICIATIVA DEL HERMANO LÍDER RESPECTO DE LA REVISIÓN DE LA CONVENCIÓN DE OTTAWA DE 1997

17.10.2007

La Convención de Ottawa sobre las minas terrestres, de 1997, es un documento imperfecto y defectuoso. Hay que revisarlo. De lo contrario, los Estados que se precipitaron a adherir a la Convención deben retirarse de ella. Hay motivos muy convincentes que justifican esta posición. En esta declaración, señalaré las serias justificaciones que harán que todos los que escuchen se convenzan de que la Convención de Ottawa y sus Protocolos constituyen un documento engañoso que no fue debidamente comprendido desde un primer momento. Si la Convención entrara en vigor, generaría consecuencias lamentables. Ha confundido lo necesario y lo innecesario, lo nocivo y lo beneficioso, y lo razonable y lo irrazonable. Ante mis aclaraciones, resultará obvio que es necesario redactarla nuevamente, o retirarse de ella en caso de que no sea modificada.


Hay ciertos elementos de la Convención de Ottawa de 1997 que son beneficiosos para la humanidad y que, por lo tanto, es necesario poner en vigor:


1. La remoción de todas las minas terrestres antipersonal y antitanque y de otros artefactos explosivos sin detonar que siguen sembrados en casi 60 países pese a que ya concluyó la situación militar que requirió su sembrado.
2. El tratamiento y la rehabilitación de las víctimas.
3. La rehabilitación del medio ambiente afectado.


Sin embargo, hay otros elementos de la Convención que no pueden ser aceptados:
1. La prohibición completa de la fabricación y utilización de minas terrestres.
2. La destrucción de las existencias de minas terrestres.


Si estamos genuinamente interesados en la seguridad de la humanidad y de su medio ambiente vivo, tenemos que adoptar las siguientes medidas prácticas y valerosas en el ámbito de los armamentos:


1. Prohibición completa de la fabricación y posesión de armas de destrucción en masa. Se debe asignar prioridad absoluta a la eliminación de dichas armas, y no a las minas terrestres.
2. Eliminación y prohibición de todas las armas ofensivas.
3. Prohibición del sembrado de minas en territorio de otros. Los países que lo hagan deberán completar la remoción de minas y sufragar su costo, y deberán indemnizar a los que hayan sido afectados por las minas.


Las minas no son armas ofensivas. No son móviles. El viento no esparce sus efectos. Una mina es un medio pasivo de defensa. Es el arma defensiva más débil y más simple. Es el último medio para defender las fronteras contra enemigos que desean atravesarlas. Es el más débil medio de defensa del territorio nacional contra quienes desean ocuparlo. Sin ese medio, ¿cómo defender las viviendas y el sustento de los ciudadanos? Si se prohibiera esta simple arma defensiva, ¿cómo podrían las víctimas de una agresión que carecen de armas ofensivas o defensivas eficaces defenderse frente a un enemigo más fuerte capaz de cruzar sus fronteras y de ocupar su territorio? ¿Acaso la prohibición de las minas no implica una prohibición del derecho a defender las fronteras, las tierras, la vivienda y la granja propias? ¿No implica acaso el reconocimiento del derecho del enemigo a atravesar las fronteras y a infiltrarse en el territorio de otro con absoluta tranquilidad y seguridad? La prohibición de las minas terrestres, que son el último y más débil medio de defensa del territorio propio, implica condenar a los pueblos débiles a la capitulación. Implica que no tienen manera de defenderse a menos que lo hagan con garrotes, hachas y cuchillos. Eso es precisamente lo que quiere decir la Convención de Ottawa.


Los países poderosos no necesitan minas terrestres para protegerse. Las minas son el medio de legítima defensa de los países débiles. Los países fuertes, que son capaces de atacar las tierras de otros y de destruirlas con sus mortíferas armas estratégicas, no pensaron en absoluto en las necesidades de los débiles, que no poseen armas ofensivas; que sólo tienen armas defensivas, tales como las minas.


Los países más afectados por las minas terrestres son los que se vieron sometidos a la agresión extranjera. También están afectados de la misma manera los países gobernados por lacayos del colonialismo o por regímenes títeres que obran en contra de las aspiraciones nacionales: Son el resultado del colonialismo, de la agresión y de la injerencia extranjera. Por lo tanto, es necesario prohibir esas prácticas malvadas a fin de que no nos veamos obligados a recurrir a las minas. Las minas son el resultado de la agresión, y no la causa.


Hay que revisar la Convención de Ottawa. De lo contrario, los Estados que se precipitaron a adherir a ella, o que fueron engañados para adherir a ella, deben retirarse de la Convención. Esto resulta posible de conformidad con el artículo (20) de la propia Convención.

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