El mundo está preocupado por la cuestión de las armas de destrucción en masa. Hasta el momento, no ha hecho nada al respecto. Las armas de destrucción en masa continúan siendo una pesadilla que acosa a la humanidad. Algunos pensaban que la mejor manera de ocuparse de estas horrorosas armas era la disuasión, mediante la adquisición de armas igualmente mortíferas. 

Esta doctrina es la causa de la proliferación de las armas de destrucción en masa. Esta doctrina sólo ha servido para que se duplicara la amenaza que plantean las armas de destrucción en masa.


Otra doctrina insta a apartarse de ese ciclo destructivo. Aboga a favor de la adhesión al Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares como contribución destinada a limitar los peligros que plantean las armas de destrucción en masa y a hacer que quienes poseen dichas armas respeten el ferviente deseo de paz de la humanidad.


Existe también la imperfecta Convención de Ottawa. Esa Convención hace caso omiso de los peligros que plantean las armas nucleares ofensivas y los misiles y, en lugar de ello, se centra en una simple arma defensiva, a saber, las minas terrestres.


Respaldo las armas convencionales para fines de legítima defensa. Me opongo enérgicamente a todo tipo de armas ofensivas, y en particular a las armas de destrucción en masa. No obstante, insto a que se imponga una prohibición para un tipo de arma convencional que puede ser utilizada tanto para fines defensivos como para fines ofensivos, a saber, las ametralladoras.


Como se recordará, los llamamientos a favor de la prohibición de tales armas comenzaron en el momento mismo en que se las comenzó a fabricar, habida cuenta del peligro sin precedentes que representan para la humanidad. De todas las armas convencionales, es necesario prohibir y eliminar las ametralladoras por motivos de humanidad y por motivos humanitarios. 

Pese a que una ametralladora es pequeña si se la compara con un misil o con una pieza de artillería, las ametralladoras son más letales para los seres humanos. Se las ha ido perfeccionando con el paso del tiempo, y se han tornado más mortíferas. El uso de esas armas lleva a asesinatos masivos excesivos.


La sensatez, el interés en la humanidad y las consideraciones de carácter humanitario exigen la eliminación de las ametralladoras.